domingo, 27 de marzo de 2011

30 años de ilusiones - Slicer (cortada en 9 partes)

Aunque se trata de una ilusión que David Copperfield representó tan solo en la primera parte de su carrera, Slicer es un buen ejemplo de la habilidad del mago norteamericano junto con su equipo para transformar un clásico efecto mágico en una ilusión llamativa y aderezada con los elementos que han hecho de Copperfield un referente del ilusionismo a nivel mundial: una música adecuada y pegadiza, una coreografía en la que nada escapa a la improvisación y una ayudante con un gran carisma sobre el escenario. Además, claro está, de los omnipresentes y certeros efectos de iluminación que convierten cada efecto de David en una experiencia fascinante.



Slicer fue representada por primera vez en televisión en el año 1990, al cual pertenece el vídeo que, de nuevo, os ofrecemos en exclusiva y con el audio original de aquel especial, titulado El desafío de las Cataratas del Niágara. David Copperfield la llevó de gira en dos ocasiones: primero, en The Magic of David Copperfield (1987-1990) y, posteriormente, en Radical New Illusions (1991-1992). La música corresponde a Mavis Vegas Davis y su canción Chicos y Chicas.

El desarrollo de la ilusión es sencillo, pero, como mencionábamos más arriba, David y su equipo se encargan de crear la adecuada atmósfera de ritmo y tensión en el auditorio. Después de una introducción en la que la coreografía y la presentación de la ayudante ocupan el primer plano (siempre con las acostumbradas pinceladas románticas), Copperfield "pasa a la acción" e invita a su compañera a introducirse en el artilugio mágico preparado para la ocasión: un enorme cajón rectangular que servirá para alojar el cuerpo de la partenaire. Una vez dentro y colocada en posición horizontal, David comienza su particular "ritual" de pases mágicos con unas afiladas cuchillas que irán atravesando una a una a la aparentemente desgraciada víctima. En total, serán nueve las hojas que corten el cuerpo de la señorita. Acto seguido, llegará el momento cumbre: con la colaboración de uno de sus ayudantes, David agarra uno de los extremos del cajón y estira hacia atrás mientras este comienza a separarse hasta acabar dividido en nueve partes. Para demostrarnos que la partenaire sigue "viva y coleando", Copperfield acerca su pañuelo hasta la mano de ella, ubicada en la parte izquierda, y esta lo agarra sin problemas, moviendo también el pie del lado derecho para pasmo y sorpresa de los espectadores. Finalmente, David recompone el aparato y consigue que su compañera vuelva a salir ilesa tras haber estado dividida ni más ni menos que en 9 partes.

Como muchos sabréis, este efecto ya clásico en el mundo de la magia todavía sigue siendo representado por un gran número de magos. En cualquier caso, la puesta en escena del ilusionista de New Jersey es difícilmente igualable, por lo que observar Slicer en manos de cualquier otro mago puede acabar resultando monótono, aunque desde aquí os aconsejamos que veáis tanta magia como podáis y extraigáis vuestras propias conclusiones.

Dentro de poco volveremos con un nuevo artículo de esta sección, artículo que (ya podemos avanzarlo) contendrá más de un vídeo... De momento, esperamos que disfrutéis con la potencia y el ritmo de Slicer.

¡Hasta la próxima!

miércoles, 9 de marzo de 2011

David Copperfield: "Soy como un niño de catorce años" (I)

Ha hecho lo indecible por dar la nota: volar como un pájaro sobre el Gran Cañón, atravesar las piedras de la Muralla China, esconder la Estatua de la Libertad... Pero en este país de cotillas la gente le conoce principalmente como «el novio de Claudia Schiffer». Sin embargo, él no se rinde. En noviembre viajará a nuestro país para vengar su honor de mago; el mejor del mundo, dicen.

(El Semanal. Año 1998)

Según sus colaboradores, trabajar con él es vivir en un suspiro, porque su afán de perfección y el ansia de satisfacer al público le conducen a modificar el espectáculo continuamente, a veces sobre la marcha, en el transcurso del propio montaje. «Nos vuelve locos, pero no es por fastidiar, sino por una enorme intuición y una especial percepción de lo que le gusta a la gente. David puede oler los deseos de los espectadores», asegura uno de sus asistentes más directos.

Ese David es David Copperfield, un hombre de 42 años, alto, delgado, moreno, con ojos de taladro y cejas espesas y negras como las alas de un cuervo. Huelga decir que el apellido es falso, o por ponerlo más suave, artístico. El de verdad es Kotkin y lógicamente lo heredó de su padre, un ruso judío emigrado a Nueva Jersey. Tratándose de Copperfield lo normal es llevarse alguna que otra sorpresa. La primera, y más agradable, es que la realidad desmiente la imagen algo estirada y hortera que tenemos de él en España. Sobre el escenario del «Circus Maximus», en el hotel Caesars Palace de Las Vegas, el mago se muestra irónico, bromista e ingenioso, con un sentido del humor muy cercano al de uno de esos cómicos judíos de cabaret neoyorquino. Pero la ironía se esfuma cuando David se mete de lleno en uno de sus trucos.

Copperfield actuará por primera vez en España este año. Del 4 al 8 de noviembre estará en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid, y del 11 al 15, en el Palau Sant Jordi de Barcelona.

El montaje que trae a España se denomina "You", como el de Las Vegas. ¿Va a ser exactamente el mismo?
No. Hay un par de cosas que van a cambiar; nuevos números en los que estoy trabajando ahora mismo y que estarán listos a tiempo para presentarlos en España.

¿Puede avanzar algo sobre el contenido de esos trucos?
Serán piezas muy románticas y bastante sexys, por un lado. Y por otro, tendrán un carácter interactivo, diseñado para implicar al espectador.

En Las Vegas actúa para mil personas y en España lo hará para ocho o nueve mil espectadores. ¿Cambia eso el concepto global del espectáculo?
El show está concebido realmente para una audiencia muy grande. Lo que ocurre es que a veces, cuando lo hago en locales más pequeños, se convierte en un espectáculo más íntimo. Lógicamente, el contar con un espacio mayor me permite volar más lejos, y más alto.

Me ha sorprendido mucho su agudo sentido del humor sobre el escenario. En España tenemos una imagen de usted muy distinta; la de alguien más serio, más dramático.
La verdad es que soy un poco los dos al mismo tiempo. Y cuando actúo me encanta combinar ambas facetas. Me gusta ser serio para dar un mayor dramatismo a lo que hago. Pero por encima de todo, me fascina reírme y pasarlo bien.

¿Se ríe de su propio personaje?
Por supuesto, totalmente. Es decir, mi trabajo me lo tomo muy en serio. Pero a mí mismo no me tomo en absoluto en serio. La vida es tan corta...

La capacidad de reírse de uno mismo la dan los años, ¿no cree?
Sin duda, pero yo he tenido la oportunidad de adquirirla antes de hacerme viejo. A mí me la ha enseñado el estrés.

¿Lo ha pasado mal por culpa del estrés?
Oh, sí, desde luego. He pasado muy malos ratos a causa de la tensión que provoca el trabajo en exceso. Por eso he llegado a la conclusión de que no hay que tomarse a uno mismo demasiado en serio, sino tratar de reírse, bromear y estar más relajado. Es algo que, además, lo nota la propia audiencia. Y lo agradece, se lo pasa mucho mejor.

Tal vez sea por resentimiento contra los que publicaron que su romance con Claudia Schiffer era un montaje, pero el caso es que cuando se enfrenta a la prensa, Copperfield transforma su sentido del humor en una cordialidad ultracongelada y meramente profesional. Para empezar, llega con más de dos horas de retraso a la entrevista y no parece muy seguro de tener que disculparse. Viste enteramente de negro, su color favorito, lleva una chaqueta de cuero y camina algo encorvado, como si le venciera el peso de su imaginación inagotable. La seducción es otra -por no decir la mayor- de sus debilidades. Una afición sólo comparable a su manía por el orden y a su empeño por controlar hasta el más mínimo detalle; lo que delata una personalidad meticulosa y seguramente difícil para la convivencia diaria.

(Continuará)

[El Semanal. 25 de octubre de 1998]